3D. LA PÉRDIDA DE JESÚS

“Sus padres solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el Niño Jesús se quedó, en Jerusalén sin que lo supieran sus padres.”  (Lc 2, 41-43)

Intercede para que los jóvenes se mantengan unidos.

Jesús – que fue llevado al Templo para su Presentación a los cuarenta días de nacer – debió vivir, ya con plena conciencia y gran emoción, su primera Pascua en Jerusalén y su entrada en la casa de Dios.

María y José sufrieron amargamente al darse cuenta que su hijo, todavía adolescente, no estaba con ellos al regresar de Jerusalén. Ellos, que conocían su infinita bondad, docilidad y obediencia, se imaginaban lo peor, pues en ningún momento pensaron que Jesús habría decidido permanecer en el Templo, dialogando con los doctores de la ley.

Sus padres, después de tres días angustiosos, encuentran a Jesús y a la pregunta de María: “¿Por qué nos has tratado así?”,  su hijo responde:

“¿Por qué me buscabais?”. María y José de momento no lo entendieron, pero más adelante seguro que comprendieron la lógica de la pregunta de Jesús. Él no estaba perdido: el Hijo de Dios está en la casa del Padre.

María y José tuvieron el gozo de encontrar al joven Jesús y en el Templo. También un día los padres viven la alegría de acompañar al templo a sus hijos adolescentes el día de su Confirmación.

Un gran compromiso tienen los padres en la educación cristiana de sus hijos, de este modo están obligados: a que la familia viva en un ambiente de religiosidad; a que crezca la llama de la fe recibida en el Bautismo; a que no falte nunca el alimento de la Eucaristía; a que reciban, llegado el momento, la Confirmación, para tener un compromiso mayor en la Iglesia; y a una formación permanente para saber dar razón de la fe y de la esperanza.

Virgen Purísima, que por tu Inmaculada Concepción fuiste hecha Templo escogido por Dios, intercede para que los jóvenes confirmados se mantengan, con firmeza, unidos a Cristo.

Virgen Santísima, que en el misterio de la Encarnación fuiste hecha verdadera Madre de Dios por la fuerza del Espíritu Santo, ayuda a los confirmados a que aumenten su compromiso en la Iglesia.

Virgen Dolorosa, a la que tu Hijo en la Cruz nos dio como Madre, ruega para que la fuerza del Espíritu Santo haga a los confirmados verdaderos testigos de Cristo con su palabra y su vida.

Reina de la familia, auxilia a los padres para que sean verdaderos transmisores del mensaje evangélico a sus hijos y que lo reconozcan como el legado más valioso para ellos.

Amén.