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> Texto: Fernando Chorro

María, con inmenso dolor, recibe en sus brazos el cuerpo de Jesús. En el fondo de su corazón sabe que este cuerpo será germen de vida y de salvación, por ello es consciente que abraza, como a lo largo de su vida, un auténtico tesoro. Resuena en su interior las palabras de su Hijo: “Donde está tesoro, ahí está tu corazón.”
María sigue sufriendo cuando ve en nosotros los tesoros que perseguimos a lo largo de nuestra vida y los afanes por conseguirlos: poder, placer y tener.
El poder, que no se concibe como servicio al prójimo, y teniendo como guía la justicia y el bien común, sino como medio para lograr el beneficio personal y el de los suyos.
El placer, que supone el desarrollo de una personalidad que sólo hace culto al yo, y todo y todos se someten a ello.
El tener, para lograr un paraíso personal en la Tierra, donde los demás cuentan muy poco o nada.
El poder, el placer y el tener hacen que la vida de tantos hombres y mujeres sea totalmente estéril.
¡Oh, María! sé nuestra guía, para que sepamos tener a Jesús como nuestro auténtico Tesoro, nos esforcemos por estar cerca de Él, nos alimentemos con su Pan y su Palabra y sepamos descubrirlo también en los demás.