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Escuha aquí el dolor

 
Texto: Fernando Chorro

 

MARÍA RECIBE EL CUERPO DE JESÚS (Mc 15, 42-46)

María, al pie de la cruz, recibe el cuerpo sin vida de su Hijo. ¡Cuánto Amor en el abrazo de la Virgen a Jesús! El Cuerpo Purísimo de Cristo es puesto en los brazos de su Madre Purísima.

“Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios”, dijo el Señor.

La castidad es una exigencia de la dignidad de nuestro cuerpo, con el que debemos amar a Dios y al prójimo en la tierra: “¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?”

Nuestra Madre quiere que, con la castidad, el amor sea realmente Amor y sufre con amargura cuando ve actitudes en las que no hay  limpieza de corazón, como:

– La utilización de la otra persona como una mera diversión.

– La infidelidad matrimonial.

– La explotación sexual de los seres humanos.

– La búsqueda de aquello que da primacía a nuestros instintos.

– El abuso de menores.

Virgen Purísima: ayúdanos a que sepamos valorar la castidad, porque esta virtud purifica el amor y lo eleva; supone superación del propio egoísmo, capacidad de sacrificio, nobleza y lealtad en el servicio y en la relación con los demás.

Virgen Castísima: haz que busquemos nuestra limpieza de corazón con el auxilio de la gracia de Dios, siendo nuestra fortaleza la oración, la confesión y la comunión frecuente.

Virgen Inmaculada: sé tú nuestra guía para que sepamos buscar a Jesús, modelo de toda castidad, y anhelemos “revestirnos de Cristo.”