En busca del Santo Grial. El “Santo Cáliz” de la catedral de Valencia

 

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Texto: Jorge-Manuel Rodríguez  Almenar (Presidente del Centro Español de Sindonología. Profesor Universidad de Valencia)

 

En la cultura cristiana se llama “Santo Grial” o “Santo Cáliz” a la copa usada por Jesús durante la Última Cena para instituir la Eucaristía. La idea de que tal objeto se habría conservado se hizo popular a consecuencia de las leyendas medievales (y, en nuestros días por la película de Spielberg “Indiana Jones y la última cruzada”), lo que no todo el mundo sabe es que existe en Valencia una copa que reclama para sí, desde hace muchos siglos, el honor de ser el verdadero Grial. ¿Es posible pensar en su autenticidad?

 

El estudio científico más exhaustivo sobre el Cáliz fue realizado el año 1960 por D. Antonio Beltrán, Catedrático de Arqueología de la Universidad de Zaragoza y le fue encargado directamente por el entonces Arzobispo de Valencia, D. Marcelino Olaechea. El Dr. Beltrán procedió a la realización de un minucioso análisis arqueológico, que permitió desmontar la reliquia de su relicario y examinar detalladamente sus distintas partes. (Antonio BELTRÁN. El Santo Cáliz de la Catedral de Valencia. 1ª edic. Valencia, 1960; 2ª edic. revisada, 1984). De su estudio resulta indudable que el Cáliz valenciano no tenía inicialmente la forma actual, sino que sus tres partes, perfectamente reconocibles, corresponden a diferentes épocas. Veamos:

1) La copa superior es de piedra ágata o cornalina oriental. Tiene forma semiesférica, y es toda ella lisa, sin ningún adorno, excepción hecha de una simple línea incisa, a escasa distancia del borde exterior.

Esta pieza se remonta a la época comprendida entre los siglos II a. de J.C. y I de nuestra Era, y debió ser labrada en un taller oriental de Egipto, de Siria o de la propia Palestina. Esta es, propiamente, la verdadera reliquia pues el resto no es más que el relicario. El hecho de que sea de un material semi-precioso no es en absoluto obstáculo a su posible autenticidad, como luego veremos.

2) El pie, que está formado por un vaso ovalado e invertido -en forma de naveta-, es del mismo color y parecido material que la copa. Lleva una guarnición de oro puro, sobre el cual van montadas veintisiete perlas, dos rubíes y dos esmeraldas de gran valor. En una de las vertientes mayores del pie, y en su lado izquierdo, aparece esgrafiada una inscripción árabe en caracteres cúficos. Esta pieza es originaria de taller cordobés o, tal vez, fatimita, y fechable entre los siglos X al XII.

3) Las asas, y la vara de unión, así como las piedras y perlas que lo ornamentan, son posteriores, de los siglos XII al XIV, y pudieron ser obra de un orfebre gótico. Es evidente que las dos primeras piezas (dos vasos, uno de ellos invertido) gozaron de autonomía y en un momento determinado fueron unidas entre sí por esta vara que fue añadida durante la Edad Media; sirvió para alhajar la sencilla copa superior y como muestra del aprecio en que se tenía  a la pieza principal.

En contra de la autenticidad del Cáliz de Valencia, no está pues la ciencia sino el desconocimiento. Un grave error (muy extendido entre los “escépticos” de las reliquias) es olvidar que, a lo largo de los siglos, la devoción popular tiende a enriquecer y adornar los objetos de culto. No podría ser menos con el Cáliz de la Cena. Por eso quienes ven en el Grial valenciano “demasiados” adornos y joyas y no entran en más disquisiciones, demuestran su ignorancia y a veces unos claros prejuicios.

Precisamente, la película de Spielberg –como hemos constatado personalmente de forma reiterada–, ha contribuido a sembrar la confusión, pues en ella aparece un cáliz de madera, con pie alto, del que dice el protagonista “este es el cáliz de un carpintero”. Es un verdadero disparate, pues contra el Grial de Indiana Jones podríamos oponer tres objeciones insalvables:

El material: Para la celebración de la Pascua se usaba y se usa la mejor vajilla y la mejor de las copas se reserva para la bendición que se realiza tras la cena. En tiempo de Jesús se usaban copas de piedra y sabemos que las familias pudientes usaban en ocasiones piedras semi-preciosas. En el Museo Británico –por ejemplo– existen copas orientales idénticas fechadas en el año 50 d.C. Además, un recipiente de madera sería contrario a las leyes hebreas, pues -al ser poroso- no permite aplicar sus estrictas normas sobre purificación.

La forma de la copa: Los cálices con pie alto son de carácter litúrgico, en una mesa no se usaban copas así. En aquella época, como ha quedado claro por las investigaciones arqueológicas, las copas tenían forma semiesférica, semejantes a nuestros tazones, pero sin asa.

El propietario del vaso: El dueño de la casa era quien pondría la vajilla. Es absurdo pensar que Jesús llevara consigo a la cena su propio vaso y más aún que lo transportara de un lugar a otro desde el inicio de su vida pública.

Pero, ¿sabemos si el dueño del grial era un hombre acomodado? De los detalles que nos proporcionan los evangelistas podemos deducir claramente que sí: Cuando Jesús les dice a sus discípulos que sigan a un hombre con un cántaro hasta el cenáculo, les está dando una señal inequívoca de ello, pues ir por agua a la fuente era actividad de mujeres. Ese hombre que habría de guiarles tenía que ser, necesariamente, un sirviente. También la descripción del cenáculo como “una casa grande, amueblada y con un piso superior” (cosas éstas poco frecuentes en aquel tiempo y en aquél lugar) nos lleva a pensar que la copa reservada para la bendición debía ser una pieza singular y, posiblemente, muy valiosa.

 

¿Se conservó el Cáliz de la Última Cena?

Es poco concebible pensar que el cáliz usado por Jesús quedara olvidado por los apóstoles. Sabemos por los evangelios que siguieron reuniéndose en el cenáculo mientras estuvieron en Jerusalén y también que inmediatamente empezaron a celebrar juntos la cena eucarística. Es normal pensar que si se reunían en el mismo lugar para hacer lo que les había mandado Jesús, usaran también la misma copa.

Una antiquísima y razonable tradición de los primeros siglos asegura que S. Pedro llevó a Roma el cáliz de la cena para seguir celebrando con él la eucaristía. Así lo afirma Siuri, -obispo de Córdoba- y otros historiadores, y efectivamente, en Roma existía un cáliz papal que se consideraba el usado por Jesús. No tenemos casi ningún manuscrito original del primer milenio de nuestra era (se han destruido por el deterioro que produce el paso del tiempo), únicamente nos ha llegado algún ejemplar de los textos que se copiaban muchas veces. Por ello, de existir alguna referencia escrita a este hecho sólo  podríamos encontrarla en textos litúrgicos. Pues bien, la plegaria eucarística local de Roma, el llamado “Canon Romano” (escrito entre el siglo II y el Siglo IV) nos dice que los papas usaban el mismo cáliz usado por Jesús.

Mientras que en otras plegarias eucarísticas se habla sólo de “Un cáliz”, el Canon Romano dice: “Y tomando en sus santas y venerables manos ÉSTE MISMO CÁLIZ FAMOSO…”. Y la rúbrica correspondiente subraya el hecho, exigiendo que en este momento, el sacerdote tome el cáliz y lo eleve… El texto marca explícitamente que era ese y no otro.

 

Huyendo de las persecuciones

Ahora bien, ¿porqué el Santo Cáliz tendría que haber acabado en España? El personaje clave para explicar este viaje es el español San Lorenzo. En el año 257 d. C. el imperio romano atraviesa una crisis económica de primer orden y el emperador Valeriano piensa que las riquezas de los cristianos pueden solucionar la situación. Proclama el edicto de persecución de los cristianos y logra apresar al Papa Sixto II y a su diácono Lorenzo. La tradición laurentina nos dice que el papa Sixto murió el 6 de Agosto del 258 y S. Lorenzo unos días después, el 10, asado en una parrilla. Los historiadores admiten como verídico este relato; se apoya en datos ciertos y en una tradición constante e ininterrumpida.

El puesto de Lorenzo era muy importante: en circunstancias normales podría haber sido el siguiente Papa y tenía entre sus funciones no sólo la de administrar los bienes sino también la de custodiar los objetos de culto. Tanto en Roma como en España, la tradición oral afirma que Lorenzo distribuyó los bienes entre los pobres y puso a salvo el cáliz de la Cena, remitiéndolo con una carta a la casa de sus padres, Orencio y Paciencia, que vivían en Huesca.

La tradición local de Huesca conserva con mimo y precisión detalles de Orencio y Paciencia e incluso señala que la actual Iglesia de Loreto (término claramente emparentado con Laurentio, Lorenzo) fue levantada sobre el solar de su casa, en las afueras de la localidad.

Desde su llegada a Huesca tuvo que conservarse el vaso los 450 años siguientes sin especiales dificultades hasta que se produjo la invasión musulmana.

Está documentado -y es un movimiento común en toda la península- que los cristianos se llevaban consigo las reliquias para ponerlas a salvo. Durante muchos años será la inestabilidad política y religiosa quien marque los sucesivos traslados de sede episcopal de Huesca, según vaya evolucionando la situación.

 

En San Juan de la Peña nacen las leyedas

El punto final de esta historia de salvamentos y persecuciones será, sin embargo, un recóndito lugar de los Pirineos. Se trata del monasterio de S. Juan de la Peña, situado a 16 Kms. de Francia, 30 de Jaca y 27 de Huesca, que recibe su nombre de la roca bajo la cual se levanta. Es un refugio protector perfecto, entre escarpes rocosos de paredes verticales y prácticamente inaccesible e invisible a los ojos de curiosos o invasores. Aquí llega el Santo Cáliz en el siglo XI, y este lugar olvidado empieza a ser considerado algo más que un simple monasterio. ¿Cómo se entendería que un sitio tan humilde haya sido elegido como Panteón Real de nada menos que 27 de la Corona de Aragón y de otros muchos de personajes ilustres?

No nos puede extrañar que sea precisamente en estos años de la reconquista cuando se envolviera con un aire de misterio la verdadera historia y surja la leyenda la ocultación del Grial. En boca de los trovadores del camino de Santiago, que son quienes extienden entre los peregrinos de toda Europa dichos relatos, la realidad se idealiza, adoptando tintes épicos, y aunque es cierto que en estos relatos se mezclan y cruzan muchas fuentes, lo cierto es la versión cristiana de estos relatos (especialmente la versión alemana de Wolfram von Eschenbach) nace justo en el momento en que sabemos por la historia que un objeto considerado el auténtico Grial está oculto entre “abruptas montañas inaccesibles”, donde se guarda defendido “por los caballeros del Grial”, los “hombres puros” que lo custodian y conocen su secreto. La versión alemana sitúa incluso la morada del Grial en un lugar desconocido de los Pirineos, “a una jornada de caballo” desde Barcelona, y según los especialistas el “Rey pescador” de las leyendas no es más que un trasunto de Sancho el Batallador.

La crítica literaria apunta también al origen español de tales leyendas, porque incluso el término “grial” (que en las demás lenguas europeas se emplea exclusivamente para referirse al Cáliz de la Cena) en el castellano antiguo se usaba en el sentido vulgar de vaso, copa o escudilla (p.ej. así lo leemos en Cervantes, o en el Arcipreste de Hita o el Amadís de Gaula). ¿Pueden ser todos estos datos simples coincidencias?

 

Lo que testifica la historia

En S. Juan de la Peña estuvo el Cáliz hasta 1399. Fue Martín el Humano, quien consiguió de los monjes la entrega del Cáliz, con el placet de Benedicto XIII (el Papa Luna) a cambio de otro de oro macizo. Esta entrega se realiza de forma solemne el 16 de Septiembre de 1399, por lo que conservamos la escritura de donación al Palacio de la Aljafería de Zaragoza. Será su sobrino-nieto, Alfonso el Magnánimo, quien manifestó siempre una clara predilección por Valencia, el que decidió que fuera ésta, para siempre, la Ciudad del Grial. Inicialmente, en 1414, lo llevó al Palacio Real de Valencia pero, terminó cediendo su preciado tesoro al Cabildo de la Catedral, en cuyo archivo todavía se custodia el Documento de entrega fechado el 18 de Marzo de 1437.

Desde el siglo XV el Santo Cáliz permanece en Valencia. Solo ha salido de la Catedral de forma esporádica, la primera vez durante la guerra de la independencia, pues se escondió en Alicante, Ibiza y Palma, y la segunda vez durante la Guerra Civil de 1936. En esta ocasión fue salvado momentos antes de que fuera profanada la Catedral, permaneciendo oculto en manos de particulares hasta el fin de la Contienda en Valencia y Carlet. Desde entonces permanece tranquilo en su capilla de la Catedral entre la indiferencia de los españoles y el entusiasmo de los investigadores extranjeros que sin duda se toman mucho más en serio que nosotros las cosas que nos pertenecen.

 

Conclusiones

No quisiera terminar sin mencionar que el estudio del Dr. Beltrán, contrastado y confirmado por los especialistas de vasos de la época, es muy claro: «La Arqueología no solamente no prueba lo contrario ni censura la substancias de la tradición sobre el Santo Cáliz, sino que apoya y confirma terminantemente la autenticidad histórica».

A las palabras del Dr. Beltrán quisiéramos añadir las nuestras para resaltar que parece importante y significativo que no exista dato objetivo alguno que permita dudar de lo que la Tradición, ininterrumpida y coherente con la Historia, viene afirmando sobre este cáliz desde hace siglos. (incluso es comprensible que diera lugar a las leyendas medievales). Nos conformaremos con decir, que si el Santo Grial se ha conservado, tendría que ser éste. No es poco.