MADRE e HIJO

LA PROFECIA DE SIMEÓN

 

Miradas de dolor entrecruzadas presagian una derrota de cualquier posibilidad de alcanzar la ciudad de Dios. Madre e Hijo ayudadnos a ver en la cruz la puerta que conduce al encuentro glorioso del que un día nosotros podremos participar.

 

Texto: Javier Estornell Fotografía: Salva Gregori

A punto de producirse el desenlace final de la vida terrenal de Jesús, Madre e Hijo se encuentran. Un encuentro que parece indicar una despedida trágica y un sinsentido. ¿Qué podríamos describir de ese encuentro? Por un lado, podemos observar a una madre desolada y abatida por la inminente pérdida de su hijo bueno y justo, más si consideramos que aún no conocería los acontecimientos que iban a pasar en la mañana del Domingo de Pascua. En su dolor quedan reflejados todos los sufrimientos y tribulaciones de la humanidad actual: crisis económica, enfermedades, soledad, falta de amor, violencia, guerras. Cuántos de estos problemas podrían paliarse por el amor de una madre, de las familias y la sociedad.

Pero, ¿se trata realmente de un encuentro cualquiera entre una madre y un hijo condenado a muerte? Se trata de un encuentro singular y único entre el Hijo de Dios y su Madre. Ella es llena de gracia, de esperanza y había presenciado muchos acontecimientos de la vida de Jesús que guardaba y meditaba en su corazón (Lc 2, 19) y que seguramente le daría las fuerzas necesarias para evitar su derrumbe.

Ante estos hechos, interesaría recalcar la fe y esperanza, que aún no entendiendo los infortunios y los horrores que pasan en esta vida, persevera hasta el final. Por tanto, una primera idea que se podría derivar al observar a María es tenerla presente en nuestros dolores y sufrimientos, que intentemos imitarla ante estas situaciones y que nos ayude a superarlas.

También sería destacable su humildad y sencillez, virtudes que podríamos incorporar en nuestras formas de actuar y que de seguro nos harían ser más felices. Humildad frente a soberbia y que tantos problemas nos traen en la vida. Humildad no solo ante nuestros actos, sino también referido al hecho de no ser autosuficientes y abrirse a la trascendencia.

Por otro lado, en el encuentro vemos a Jesús, el Hijo de Dios, que cargando con la cruz está cumpliendo con la voluntad del Padre, amar hasta el extremo para la salvación del mundo (Jn 13, 1) escándalo para los judíos, locura para los paganos (1 Cor 22). De esto se deriva un aspecto esencial para entender el cristianismo: Dios es amor (1 Jn 4, 7-21). Amar de vedad duele y así el amor verdadero queda revestido de alguna manera por el misterio de la cruz.

Jesús nos pide que le sigamos, y seguirle significa avanzar por el camino del amor que indica en muchas ocasiones no bajarse de la cruz (Lc 9, 22 – 25). También en este encuentro podría haber otros testigos, que hoy podríamos identificar con las personas que están presenciando el encuentro, y que al observar las imágenes podrían preguntarse qué respuestas les podría dar encontrarse con Jesús. Encontrarse con Jesucristo significa identificarse con Él (Ga 2, 20), pasar por esta vida haciendo el bien, salir de nuestro ser para ser el otro.

¡Cuánta falta de empatía se observa en esta sociedad! El papa Benedicto XVI decía en su último libro “En los Padres de la Iglesia se consideraba la insensibilidad, la indiferencia ante el dolor ajeno como algo típico del paganismo. La fe cristiana opone a esto el Dios que sufre con los hombres y así nos atrae a la compasión”. Con Jesús, el dolor y la cruz que podamos experimentar en nuestras vidas pueden sobrellevarse. Encontrarse con Jesús no significa un sinsentido, un final sin esperanza, un devenir de los días hasta el final de nuestra existencia, sino decir que la muerte no tiene la última palabra. Al encontrarse con él se obtienen las respuestas ante las preguntas fundamentales de la vida, queda justificada nuestra existencia y nos permite creer que hay algo más allá que trasciende nuestro conocimiento y las leyes de la materia.

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Un aspecto final que interesaría remarcar del encuentro que vemos entre la Virgen Dolorasa y Jesús Nazareno por las calles de Gandia sería ver a los portadores de los pasos y que podrían estar imitando a Simón de Cirene. De alguna manera se simboliza con estas acciones la labor de tanta gente buena que está ayudando y compartiendo los dolores y sufrimientos del mundo.

Que este encuentro por las calles de Gandia entre la Virgen Dolorosa y Nuestro Padre Jesús Nazareno pueda suscitar en nosotros un deseo de búsqueda, de contemplar y adoptar las virtudes y acciones de los protagonistas del mismo. Amén.