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> Texto: Fernando Chorro

María, con José, acude al templo, para presentar a Jesús al Señor. Allí escucha y observa la actitud de Simeón y de Ana. De un modo especial la ancianidad de Simeón y de Ana hace brotar, en el corazón inmaculado de la Santísima Virgen, los más sublimes sentimientos de amor y respeto hacia ellos.
¡Qué diferente es la actitud de la sociedad de hoy hacia los ancianos!
Para los hombres y mujeres de nuestro tiempo los ancianos molestan, ya no hay lugar para ellos en nuestras casas, ni tiempo que dedicarles a ellos. Estamos muy ocupados en nuestros quehaceres y en cómo disfrutar del tiempo libre en la sociedad del bienestar, evidentemente sin ancianos.
En las que denominamos –residencias de la tercera edad- para tranquilizar nuestras pobres conciencias, se acumulan regalos que Dios ha hecho a tantas personas y éstas han rechazado. Muchos de nuestros ancianos que, en residencias, viven en soledad su vida, han sido el gran regalo que Dios quiso hacer a cada hombre y mujer, obsequiándoles con los que fueron unos padres entregados al servicio y cuidado de sus hijos.
¡Oh, María! Haz que sepamos descubrir en nuestros mayores un don de Dios y que, como Tú, les escuchemos, estemos cerca de ellos, les demos todo nuestro cariño y queramos disfrutar de su compañía.