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Escuha aquí el dolor

 
Texto: Fernando Chorro

 

EL NIÑO PERDIDO EN EL TEMPLO (Lc 2, 41-50)

Jesús acude con diligencia al Templo para, desde niño, “ocuparse de las cosas de su Padre”. María y José van en su búsqueda con presteza y no cesan hasta encontrarlo.

En los relatos evangélicos hay ejemplos del cumplimiento del deber en la Sagrada Familia.

Así María acude en auxilio de su prima Isabel, que iba a dar a luz.

También María y José acuden a empadronarse, a pesar de la cercana maternidad, desde Nazaret a Belén obedeciendo al edicto del emperador Augusto.

Y toda la vida de Jesús es una generosa entrega por los demás.

¿Podemos imaginarnos a Jesús holgazaneando en sus obligaciones, levantándose a mediodía o perdiendo el tiempo hasta altas horas de la madrugada?

Imposible.

¿Podemos pensar en María de parloteo sin sentido con sus vecinas, desatendiendo sus tareas?

Imposible.

María sufre cuando ve a algunos de sus hijos:

– Que en el trabajo incumplen sus deberes profesionales.
– Que en el estudio no se esfuerzan al máximo para, en el futuro, poder servir mejor al prójimo.
– Qué no viven su vocación laboral con generosa entrega por los demás y por el deseo de la obra bien hecha.
– Que se manifiestan como seguidores de Jesús y de forma incoherente son cristianos, pero perezosos u holgazanes.

Madre Nuestra: Ayúdanos a seguir tu ejemplo de disponibilidad para los demás y de cumplimiento del deber con diligencia; y a que entendamos con claridad que, en cada uno de nosotros, las virtudes cristianas no pueden existir si no hay virtudes humanas.