6.D. MARÍA RECIBE EL CUERPO DE JESÚS

“José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín, que también aguardaba el reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.”  (Mc 15, 42-43)

Intercede para que los sacerdotes se dejen guiar por el Espíritu Santo.

Parece totalmente lógico que María estuviese en el Monte Calvario cuando el cuerpo de su Hijo fue bajado de la cruz, y que sería abrazado por ella, con el amor de la mejor madre, antes de ser llevado al sepulcro. Por el corazón y la mente de la Santísima Virgen pasarían los momentos más importantes de su vida. Jesús, a quien había acunado y cuidado con cariño, ahora lo tenía entre sus brazos, muerto en Cruz, para la redención de todo el género humano. María debió pensar: ¡Cuánta Verdad en toda su vida y en todas sus palabras! “Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos.”

La Virgen Dolorosa sufrió  amargamente la Pasión y Muerte de su Hijo, pero su gran fe le haría vivir estos difíciles momentos con total esperanza.

La Madre Santísima guardaba y meditaba las palabras y los gestos de su Hijo en su interior, de un modo especial todo aquello que alimentaba su confianza en los apóstoles, que Él había escogido:“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.”

“No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo el que os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto…”

El sufrimiento de María por la muerte de su Hijo no le impidió dar el aliento necesario a los apóstoles para que ellos comenzaran el tiempo de la Iglesia y pudo ser testigo del cumplimiento en Pentecostés de la promesa hecha por Jesús: “Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena.”

El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus apóstoles, seguirá siendo ejercida por los sacerdotes hasta el fin de los tiempos.

La Virgen María, que se entregó al cuidado de su Hijo, también acoge bajo su manto protector, con especial predilección, a los sacerdotes que actúan en la persona de Cristo, Cabeza de la Iglesia.

Santa María, Madre de los Sacerdotes: Intercede para que apacienten el rebaño del Señor, se dejen guiar por el Espíritu Santo y, de este modo, conduzcan al  pueblo, que les ha sido confiado, por el camino de la oración, la Eucaristía y el perdón.

Ayúdales para que, con dedicación, prediquen el Evangelio y expongan la fe de la Iglesia.

Guíales para que vivan al estilo de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, y anhelen los sentimientos de su Sagrado Corazón.

Protégelos para que superen toda dificultad y que, con fortaleza y alegría, caminen acompañados de tu amor.

Amén