María en el ministerio de Cristo y de la Iglesia

 

 

Texto: RVDO. P. D. JOSÉ LUIS MIRAVET MOR, SJ (Padre Jesuita)

(3 de diciembre de 2021)

 

Escogí este título para la conferencia de 1 de Diciembre del pasado año 2022, porque me propusieron hablar sobre la Virgen María, sin imponerme el título a desarrollar. Deferentemente confiaron en mí. Después de pensarlo me incliné por este tema que me sugirió el concilio Vaticano II, en su sexuagésimo año de apertura (11, oct., 1962). En nuestra Iglesia Católica el tratado de Mariología es bastante amplio y hasta el concilio Vaticano II (1962-65) fueron apareciendo fundamentalmente dos grades tendencias en sus enfoques. Estas han sido la que podemos llamar “maximalista” y“minimalista”. En la “maximalista”, María es concebida y tratada, sobre todo en la oratoria, como una mujer-diosa. La concepción ideal de lofemenino, el amor y la imaginación desbordante casi presentan a María como una diosa…Contrariamente la corriente “minimalista” buscando una base más real y básicamente bíblica, nos describe a María sobriamente como una joven nazaretana pero privilegiada por Dios para su misión maternal. Los dos extremos desequilibran la armonía del plan divino de escoger misteriosamente para su misión salvadora a una Virgen y Madre, criatura sí pero privilegiada por Dios.

He aquí los dos extremos, por exceso o por defecto, con mayor o me- nor radicalidad, sostenidos y sobre todo predicados hasta que llegó la reflexión bien fundamentada y concluyente del concilio Vaticano II muy iluminadora…

Afortunadamente el concilio aborda la figura y misión de María. Después de un serio y trabajoso diálogo teológico entre partidarios de ambas co-rrientes centrando la figura y misión de la Virgen MARÍA, como la 1a creyen- te del Pueblo de Dios y describiendo su persona (criatura) y misión (privile- giada de “Madre de Dios”). Se le dedica el capítulo VIII de la constitución dogmática que trata sobre “La IGLESIA y EL PUEBLO DE DIOS” (para cita: ‘L G.’ =’Lumen Gentium’). Es el capítulo final y resumen valorativo de toda la constitución, titulado así: “LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA MADRE DE DIOS, EN EL MISTERIO DE CRISTO Y DE SU IGLESIA”

Centrado en este capítulo mariológico ofrezco un aspecto “clave” fundamental, como tema a desarrollar.

 

1. MARÍA DESDE LA REVELACIÓN Y SU INTERPRETACIÓN EN LA FE Y TRADICIÓN ECLESIAL
En cinco apartados expone el concilio Vaticano II su doctrina mariológica, siempre relacionándola en base al ‘Misterio de la Encarnación’ como eje transversal. “Queriendo Dios, infinitamente sa- bio y misericordioso, llevar a cabo la redención del mundo, al llegar la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo, nacido de mujer… para que recibiéramos la adopción de hijos” (Gál. 4, 4-5). “El cual por nosotros los hombres y por nuestra salvación, descendió de los cielos y por obra del Espíritu Santo se encarnó de la Virgen María” (conc. Éfeso, Calcedonia y Constantinopolitano). “Este misterio divino de la salvación nos es revela- do y se continúa en la Iglesia, que fue fundada por el Señor como Cuerpo suyo, y en la que los fieles, unidos a Cristo Cabeza y en comunión con todos sus santos, deben venerar también la memoria de la gloriosa y siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo”.

 

1.1. FUNCIÓN DE MARÍA EN EL PROYECTO DE SALVACIÓN
Paso a paso, pedagógicamente, ya desde el A. T. se prepara la venida de Cristo al mundo. La figura de la mujer madre del Salvador va pergeñándo- se con mayor claridad y precisión. Concretamente en los profetas y claramente en Isaías 7,14, se dice que una Virgen concebirá y dará a luz a un hijo que se llamará “Emmanuel” (“Dios con nosotros”). Mujer privilegiada, Madre-Virgen, asociada al Misterio de Jesucristo-salvador.

La contraposición EVA – MARÍA desde el libro del Génesis en el A.T. aparece germinalmente y a través del N. T. en la tradición interpretativa de los ‘santos padres’ (expositores de la Fe revelada e interpretada en la predicación cultural de los primeros siglos del Cristianismo, tanto en oriente ‘padres griegos’ como en occidente ‘padres latinos’). En el [no. 56] aparece en profundidad el sentido de la “Anunciación del ángel a María”.

María es criatura (no diosa) pero “llena de gracia” (escogida y privilegiada mujer joven, para ser Madre de Jesucristo). Acoge el mensaje del ángel, pregunta porque no acaba de comprender con su lógica este mensaje en profundidad (misterio, sobre la capacidad humana…) y finalmente confiando en el plan divino, libremente acepta su verificación. Así “obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano” (S. Ireneo, s. II) y sigue: “El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; que lo atado por la virgen Eva con su incredulidad fue desatado por la Virgen María mediante su Fe” (S. Ireneo, PG.7, 959 A). “Y comparán- dola con Eva llaman a María “Madre de los vivientes” (S. Epifanio, s.III) afirmando aún con mayor frecuencia que “la muerte vino por Eva, la vida por María” (S. Jerónimo, PL.22, 408; S. Agustín, PL. 38,335. Etc.)

 

1.2. LA SANTÍSIMA VIRGEN Y LA IGLESIA.
“Uno solo es nuestro Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo para la redención de todos” (1a Tim. 2, 5-6). Sin embargo, la misión maternal de María para todos los hombres, no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo, antes bien sirve para demostrar su poder que dimana de la superabundancia de los méritos de Cristo. Y lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes con Cristo, la fomenta. Ella cooperó en forma única a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la espe- ranza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas en el orden de la gracia. Por eso es nuestra Madre espiritual.

La santísima Virgen María es invocada en la Iglesia peregrinante como Abogada, Socorro y Mediadora, eso sí, siempre en función de Cristo Mediador Único. María, por el don y prerrogativa de Madre de Dios (“Zeótokos”) es “tipo” (‘figura-acabada’) de la Iglesia por la unión perfecta con Cristo, su Hijo.

La Iglesia se hace también madre, mediante la palabra de Dios acep- tada con fidelidad, así por la predicación y el bautismo, engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios. Y también es virgen porque guarda pura e íntegramente la fe prometida al esposo y a imitación de la Madre de su Señor por la fuerza del Espíritu Santo, conserva virginalmente una fe íntegra, una esperanza sólida y una caridad (S. Ambrosio, PL. 15, 555; S. Agustín, PL. 35, 409. Etc).

 

1.3. EL CULTO DE LA STMA. VIRGEN EN LA IGLESIA.
La Iglesia exhorta encarecidamente a los teólogos y predicadores a que se abstengan de toda falsa exageración tanto por exceso como por defecto. Por exceso, evitando un sentimentalismo estéril y por defecto caer en una excesiva mezquindad al tratar de la singular dignidad de la Madre de Dios. Siempre fomentando la auténtica devoción que impulsa a reconocer la excelencia de la Madre de Dios que promueve un amor filial hacia nuestra Madre moviéndonos a imitar sus virtudes.

A partir sobre todo del concilio de Éfeso, la Stma. Virgen es venerada por el Pueblo de Dios, con veneración y amor con la popular oración-invocación “bajo tu protección nos acogemos”(“Sub tuum praesidium”). Se actualizan así, las proféticas pa- labras: “Todas las generaciones me llamarán bien- aventurada, porque ha hecho en mí maravillas el Poderoso” (Lc. 1, 48-49).

 

1.4. MARÍA, SIGNO DE ESPERANZA CIERTA Y DE CONSUELO PARA EL PUEBLO PEREGRI- NANTE DE DIOS
“María es el icono (figura-imagen) escatológico (de los tiempos finales) de la Iglesia (comunidad de todos los bautizados)”. Esta es la expresión sintética y afortunada teológicamente de Louis Bouyer (1950). Glorificada ya en cuerpo y alma en el cielo es imagen y principio de la Iglesia que tendrá su cumplimiento en la vida futura; así en la tierra precede con su luz al Pueblo peregrinante, como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el ‘Día del Señor’ (2a Pe. 3,10).

He intentado recorrer el capítulo VIII de la Constitución dogmática sobre la Iglesia (llamada : “Lumen Gentium”, porque empieza con estas pala- bras: “Cristo y la Luz de los Pueblos”).