Cristiano en los tiempos que corren

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Texto: Javier Estornell _Fotografía: Salva Gregori

Un año más la JJMMHHSS de Gandia organizó el curso de formación para el cofrade. En esta ocasión, la profesora Dra. Mª Luisa Viejo Sánchez fue la encargada de impartir el curso bajo el título “La fe como fundamento de la moral cristiana” en el que se mostraron las bases y principios a seguir para que nuestra forma de actuar nos conduzca a la verdadera felicidad y libertad. Para ello es necesario preguntarnos: ¿Quién soy? y ¿Quién quiero llegar a ser?, cuyas respuestas las podemos encontrar en la palabra de Dios. Cabría tener muy presente en nuestro pensamiento, como fundamento de la moral cristiana, lo que nos dice el apóstol San Pablo en sus cartas y el sermón de la montaña.

El curso se estructuró en cinco partes que a continuación pasamos a resumir.

1. LA SITUACIÓN MORAL ACTUAL

Se enumeraron diferentes problemas en la moral actual hablándose de un cisma moral latente en el que un número significativo de fieles se ha separado del magisterio en aspectos morales. Se detallaron soluciones para resolver este conflicto como la utilización del método democrático y la diferenciación entre dogma y la moral. Ambas soluciones conducen a un pluralismo de morales dentro de la iglesia que pueden crear desorientación. También se explicó que presentar la moral sólo como valor de norma puede convertirse en un conjunto de reglas agobiantes.

Otro problema presente es la subjetivación de la moral en la que no se admite ningún magisterio externo a la conciencia. Ésta no puede ser una solución ya que lo que está en crisis es el mismo sujeto. En este sentido, se aludió a una desestructuración del sujeto que no tiene claro quién es y a dónde va, que puede quedar abandonado a la emoción del momento, dominado por leyes diversas, en contacto con un colectivo anónimo y condicionado por la opinión publica.

Finalmente, también se explicó cómo la moral utilitarista basada en el pragmatismo y en lo económico no conduce a la solución del problema.

2. LAS DOS GRANDES PREGUNTAS EN MORAL

Para dar fundamento a la forma de actuar se plantearon dos preguntas: ¿Quién soy? Y ¿Quién quiero llegar a ser?

A la primera pregunta se respondió diciendo que el hombre es un ser creado “a imagen y semejanza de Dios”. Imagen tendría un significado estático, sería como la huella divina en el hombre que no se pierde nunca, ni con el pecado original. El mensaje del Génesis en relación a la imagen ha sido reinterpretado a la luz de Cristo. En la creación Dios está creando la naturaleza que va a asumir su hijo.

Según el NT, la imagen de Dios es el propio Cristo. Imagen sería la configuración ontológica que el hombre recibe desde la creación, que lo llama a la conformación con Jesús, hombre perfecto, desde el primer instante. El ser imágenes de Dios sugiere participar del designio definitivo de Dios sobre nosotros que no es otro que el de participar de la resurrección de Cristo. Semejanza tendría una connotación dinámica. El pecado produce un distanciamiento de Dios. La plena semejanza se obtiene cuando se alcanza la plenitud de la configuración con Cristo.

En cuanto a la pregunta de quién quiero llegar a ser, se planteó como respuesta una persona feliz. Ser felices desde un punto de vista cristiano significa “vida eterna”, “ver a Dios cara a cara”. San Agustín lo expresaba de la siguiente manera: ”Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Al tener claro las dos preguntas estamos en disposición de entender qué actos debemos realizar para pasar del quién soy al quién quiero llegar a ser.

3. LA PERSONA SE CONSTRUYE EN SUS ACTOS

Se señaló como la persona se autodetermina mediante sus actos; las acciones nos configuran como personas. Pero, ¿cuál debería ser nuestro modo de actuar? Aquel que nos conforme con Jesucristo. Al interiorizar este objetivo se puede superar el hecho de sólo cumplir la ley. También se comentó que verdad y libertad en moral deben ir unidas. No hay libertad sin verdad ni verdad sin libertad. La relación entre ambas llega al máximo con Cristo y su mensaje de salvación. No hay que perder de vista que el origen de la actuación está en el Don de Dios (nos amó primero). Al aceptar este Don produce un encuentro con Cristo. A partir de ahí la acción del hombre se construye: intención, elección (medios para ser de Cristo, sacramentos y oración) y actuación con la ayuda del Espíritu Santo para ser identificación con Cristo (sentido ontológico) y existencial (su vivir).

4. LA FE COMO FUENTE DE LA MORAL PAULINA

En primer lugar se destacó que la moral paulina no se basa en el imperativo sino en la exhortación (parénesis). Se describieron dos etapas en relación a la moral en el pensamiento del apóstol. En la primera se habló de una confrontación con la moral judía, basada en la ley, y con la moral griega, basada en la virtud de la sabiduría. En estas, el hombre se sitúa como origen de la virtud. En cambio, San Pablo coloca a Cristo humillado, obediente, muerto y resucitado como fuente de la moral cristiana. En la segunda etapa, San Pablo propone transformar las virtudes humanas asimilando todo lo que puede haber de verdadero y bueno en la Ley antigua y en la sabiduría filosófica y revestirlas desde la fe en Cristo.

También se habló de cómo las virtudes sobrenaturales tienen que transformar las virtudes humanas. Se puso el ejemplo de la prudencia cristiana que consistiría en evitar situaciones que atenten contra mi fe y contra la identificación con Cristo. En la enseñanza de la moral paulina se unen íntimamente el dogma y la moral.

5. LA JUSTICIA MAYOR A LA QUE SON LLAMADOS LOS DISCÍPULOS

En esta sesión se aludió al sermón de la montaña (Mt 5, 1-7, 29) ya que ningún otro pasaje del evangelio contiene tantas consideraciones éticas. En él se explica el Reino de Dios y la necesidad de la práctica de una justicia mayor que la de los escribas y fariseos para entrar en él. Para ello, no se trata sólo de cumplir los diez mandamientos sino de practicarlos teniendo como referente la persona de Jesús. La ley hay que cumplirla con una nueva precisión que afecta: a la relación del hombre con el prójimo (amar al prójimo como a ti mismo); relación con Dios (los actos han de tener como meta la salvación por medio de los sacramentos y la oración) y la relación del hombre con los bienes que le rodean (dinero, poder).

Se trataría de una interiorización total, obrada por Dios, de esta ley; no consistiría en aumentar y abolir el número de mandamientos sino de enriquecer y dar plenitud el decálogo a la vista de los hechos y dichos de Jesús con una finalidad claramente salvífica. En este sentido debería entenderse la expresión de Jesús en el sermón de la montaña “se dijo” “pero yo os digo”, erigiéndose como intérprete autorizado de la enseñanza divina. La exigencia a la conversión, el precepto del amor al prójimo y la llamada al seguimiento son contenidos esenciales de la ética de Jesús.