El canto del Akáthistos: ARTE, LITURGIA Y FE

 

 

Texto: Rvdo. D. Juan José Monfort Vallés. Párroco de la iglesia Sagrada Familia de Gandia

(4 de diciembre de 2019)

 

A continuación reproducimos la conferencia que impartió el Rvdo. D. Juan José Monfort Vallés en la sede de la Hermandad el pasado 4 de diciembre de 2019.

El Canto del Akáthistos es un himno del Oficio de la Liturgia Griega en honor a la Madre de Dios. Un clásico himno a la Virgen María propio del Oriente cristiano, muy oportuno para la fiesta de la Inmaculada. Se trata de un himno que parcialmente se lee y se canta siempre de pie. El nombre procede del griego cuyo significado es no sentado, de pie. Señal de respeto, reverente obsequio a la Madre de Dios.  Como la escucha del Evangelio.

 

Antífonas marianas de la iglesia

Las antífonas marianas son oraciones dedicadas a la Santísima Virgen María, que se cantan al final de la Santa Misa, por devoción.  Es una forma musical y litúrgica, generalmente corta y sencilla, propia de todas las tradiciones litúrgicas cristianas.

Existen cuatro antífonas marianas: el Alma Redemptoris Mater (Augusta Madre del Redentor, o simplemente Madre del Redentor); el Ave Regina Caelorum (Salve, Reina de los cielos); el Regina Coeli (Reina del Cielo); y el Salve Regina (Salve Reina). Tradicionalmente, cada una de las cuatro antífonas marianas está asociada a un tiempo litúrgico.

Encontramos también antífonas marianas en la iglesia ortodoxa y bizantina. Así podemos citar el Paráclesis a la Madre de Dios, un canon de súplica en apuros y angustias; el Agni Parthene, un canto devocional, no litúrgico; y finalmente el Akáthistos, el himno litúrgico por antonomasia atribuido a San Germán de Constantinopla (s. VI-VII) aunque hay quien también se lo atribuye al poeta romano el Melode.

Los Padres de la Iglesia han comentado exhaustivamente este episodio en Oriente y en Occidente. San Bernardo pone en vilo toda la creación ante la respuesta de María. El Himno Akáthistos entrelaza las alabanzas a la Virgen y la narración poética del misterio en estas cuatro secuencias poéticas: el envío del Ángel, el diálogo, la respuesta de María de poder dar un Hijo, y el Misterio del Verbo Encarnado.

Es un himno de acción de gracias, según el relato del Sinaxario, una compilación de hagiografías de Iglesias ortodoxas y católicas orientales comparable al martirologio de la Iglesia romana. Es la más grande y célebre composición mariana de las Iglesias de rito bizantino. Ha gozado siempre de una gran estimación entre los fieles, tal como se desprende del hecho de que su uso litúrgico se haya mantenido sin interrupción durante mil quinientos años.

Según el relato del Sinaxario, el himno fue instituido para agradecer a la madre de Dios su protección sobre la ciudad de Constantinopla tras padecer el sitio de ávaros y persas en el año 626.

Se cuenta que el patriarca Sergio hizo llevar en procesión, por toda la ciudad, el icono de la Santa Madre de Dios, exhortando a la población a no perder –en aquellos difíciles momentos– la confianza en su protección. Como quiera ser que los intentos de conquista de Constantinopla por sus enemigos, tanto por tierra como por mar, fracasaron milagrosamente -a pesar de las más numerosas y poderosas fuerzas que aportaban a la lucha los bárbaros-, maravillados, los habitantes de la ciudad imperial se dirigieron a la Catedral de Santa Sofía para agradecer a la «Combatiente Poderosa» su infalible intercesión, cantando jubilosamente: «¡Oh, Madre de Dios, somos tus siervos!».

Su peculiar nombre se debe, probablemente, a que el pueblo, careciendo de espacio para sentarse, permaneció de pie (akáthistos) toda la velada y, en adelante, escucharía siempre este himno en esa posición en honor de la Virgen.

Es posible que el himno estuviera compuesto con bastante anterioridad, puesto que es evidente que no puede ser fruto de la improvisación. Sin embargo, este acontecimiento histórico tan señalado pudo influir para que se fijase la tradición de usarlo como himno de acción de gracias. Así, habría que situar su composición entre finales del siglo V y principios del siglo VI.

Desde entonces, la Iglesia Bizantina-Ortodoxa estableció la celebración del himno del Akáthistos durante los primeros cinco viernes de la Gran y Santa Cuaresma. En el año 800 fue traducido al latín por Cristóbal, obispo de Venecia, ejerciendo influencia en la himnografía medieval.

 

¿Qué refleja el Akáthistos?

1. Un modo de entender la liturgia: Acción de Gracias.

2. Un modo de entender la historia: la salvación se da en la historia, abraza todo el proyecto de Dios,  involucrando a toda la creación, desde sus orígenes al final de los tiempos, llegando a la plenitud en Cristo.

3. Un modo de entender la vida: insertada en la historia de salvación.

4. Un modo de entender la fe, no compartimentada sino integral. La Divina Tradición de la Iglesia, plasmada en el culto que es oración llena de Gracia donde actúa el Espíritu Santo y bajo la protección de la Santísima Madre de Dios, y para la Gloria de la Santísima Trinidad.

 

Características

El Himno akáthistos (Wikipedia) pertenece al género del Kondakion, compuesto sobre un acróstico alfabético, dando comienzo cada una de las letras del alfabeto griego a cada uno de los 24 versos de que se compone.

Desde el principio, el himno parece haber sido muy apreciado no solo devocionalmente, sino también en su aspecto poético: así el poeta Romano el Meloda lo toma como modelo para su Himno de la Historia de José. Existe también un acatisto del Tránsito de la Virgen muy antiguo y, posteriormente, son numerosos los kondakios a los que sirve como modelo. Se cuenta también con un «Acatisto de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo».

La primera parte del Himno Acatisto a la Madre de Dios relata poéticamente la Anunciación, el Nacimiento y primeras manifestaciones del Hijo de Dios. La segunda parte está constituida por reflexiones teológicas acerca de estos misterios en todos sus aspectos: teológicos, soteriológicos, sacramentales, espirituales y, sobre todo, mariológicos. Se trata de un poema sobre la Encarnación y manifestación del Hijo de Dios y para ello sigue y recrea los relatos evangélicos concernientes a estos hechos.

 

Estructura artística y métrica

La estructura métrica y silábica se inspira en la Jerusalén Celeste (Ap. 21): 12 puertas, muralla de 144 codos (12×12), visión eclesiológica y en el centro el Cordero.

El Akáthistos, según podemos leer en mercaba.org pertenece al género himnográfico antiguo llamado kontákion, que se basa no en la cantidad de sílabas breves y largas como la poesía clásica, sino en el acento tónico que anima los versos. Poema destinado a las asambleas litúrgicas con finalidades catequético-pastorales, el kontákion se desarrolla con frescura de inspiración y vivacidad de escenas, en una secuencia de estrofas métricamente idénticas entre sí, como si se quisiera componer una sagrada representación de los misterios celebrados en el año litúrgico. El Akáthistos es el único kontákion que ha permanecido en uso en el rito bizantino hasta nuestros días de forma entera.

Como decíamos anteriormente, su estructura parece apoyarse en el número 12: las veinticuatro estancias, que siguen el acróstico del alfabeto griego, se presentan intencionadamente divididas en dos partes, de doce estancias cada una, histórica la primera y teológica la segunda.

Alguien ha visto en esta acentuación del doce una referencia implícita a la misteriosa Mujer del Apocalipsis, coronada de doce estrellas. Pero ponderando atentamente cada uno de los elementos y el procedimiento binario y ternario de las estancias y de los versos, creo que en la raíz del doce, número que recuerda las tribus de Israel y los apóstoles de Cristo, es decir, la historia de la salvación que pasa a través del pueblo elegido y de la iglesia, están los números sagrados de la fe cristiana, el 2 y el 3, símbolo de los dogmas definidos en Nicea y en Éfeso: la trinidad de las Personas divinas y las dos naturalezas unidas hipostáticamente en el Verbo encarnado.

 

Contenido teológico

El Akáthistos hace suya y prolonga la intuición teológica de los padres de Éfeso, en particular la de Cirilo de Alejandría, que durante el concilio saludaba de este modo a María: “Ave de parte nuestra oh María, Madre de Dios, venerable joya de toda la tierra, lámpara inextinguible, corona de la virginidad, cetro de la ortodoxia, templo indisoluble, Madre y Virgen. Ave tú, que en la santa matriz virginal contuviste al Incontenible. Por ti fue santificada la Trinidad; por ti fue dicha digna de adoración la cruz y se la adora por toda la tierra; por ti exultan los cielos; por ti se regocijan los ángeles y los arcángeles; por ti son expulsados los demonios; por ti el hombre caído es exaltado a los cielos; por ti el mundo entero, esclavo de la idolatría, llegó al conocimiento de la verdad; por ti el santo bautismo se ha dado a los creyentes; de ti viene el óleo de la exultación; por ti se han fundado iglesias por toda la tierra; por ti las gentes llegan a la conversión; por ti predijeron los profetas; por ti los apóstoles anuncian a las gentes la salvación; por ti resucitan los muertos…” (PG 77,991-996). Y mucho antes de Éfeso, en el s. II, Ireneo, juntando en una sola cosa a Cristo Salvador y a la Madre Virgen, afirmaba: “Los que lo anunciaron de antemano como Emmanuel de la Virgen, manifestaban la unión del Verbo de Dios con su criatura: o sea, que el Verbo se haría carne y el Hijo de Dios sería Hijo del Hombre. El puro que de forma pura abriría aquel seno puro que regenera a los hombres para Dios: el seno que Él mismo hizo puro” (PG 7,1080).

Sobre esta urdimbre, que une al Hijo y a la Madre, es decir, a la causa principal divina y a la causa instrumental humana, en la realización de la única salvación, se desarrolla toda la teología del himno. Su centro de gravedad, que saca sus aguas de la fuente pura de la palabra de Dios y de los grandes padres de oriente, es el misterio del Verbo, término último del camino de los hombres, llamado a hacerse Dios en el Dios Verbo humanado.

María, en la perspectiva del himno, está presente y operante en toda la extensión del misterio: donde la humanidad de Cristo es fuente de vida, allí está María, que le ha dado su carne; allí está escrita su figura de Virgen y su acción de Madre.

Su virginidad fue la embajada de paz que el Señor acogió en favor del mundo caído y lo movió a hacerse uno de nosotros; su divina fecundidad dio a los que andaban errantes el Redentor, anuló la antigua condenación, despojó de su presa al infierno, abrió las puertas del cielo, reunió en una sola alabanza a los ángeles y a los hombres. Lo mismo que fue “escala celestial por donde bajó el Señor”, también es “puente que lleva a los hombres al cielo”.

El solo nombre de la Theotókos (Madre de Dios) contiene todo el misterio de la Economía Divina: María es la Mujer enemiga de la Serpiente (Demonio). María es el Arquetipo de la Iglesia. María es el Lugar de la Sabiduría de Dios. María personaliza la Santidad Humana: es la expresión de la integridad y la castidad del ser. María es, por tanto, el corazón de la Iglesia.

El autor del himno, usando prosa y poesía contempla a la Madre de Dios en el proyecto histórico salvífico que tiene lugar desde la Creación hasta la segunda venida de Cristo y sabiamente armoniza los contenidos Cristológicos, Eclesiológicos y Marianos, subordinado todo a la glorificación divina.

 

El Akáthistos en nuestro tiempo

Como hace quince siglos, los enemigos de Dios atacan a la Iglesia: el individualismo, la desesperanza, la secularización, la despersonalización, el hambre de pan para el cuerpo y para el alma, y las idolatrías.

 

Ritos iniciales

El canto del Akathistos está introducido por dos signos litúrgicos: El encendido de las luces y la incensación. Dos gestos con gran significación cristológica:

Cristo, luz del mundo, como en la Vigilia Pascual, que ilumina las tinieblas del pueblo en camino, y el incienso, signo de veneración del Rey Eterno, que en María ha manifestado toda la potencia de la misericordia y de la gracia.

 

Dedicatoria inicial

Por ti, oh Madre de Dios, vencedora en la lucha, entonamos los tuyos este canto de triunfo y también damos gracias al que te ha protegido de ser presa del mal; pero Tú, fuerte como nadie, nos librarás de todos los peligros, y así aclamaremos: ¡Salve, Virgen y Esposa! ¡Salve, Virgen y Esposa!

 

Akáthistos: Primera Parte (1-12) Evangélica e histórica

Doce estrofas que suponen Misterios que superan el mero dato histórico y nos abren a una lectura simbólica y teológica.

 

Akáthistos: Segunda Parte (13-24 ) Dogmática

En esta segunda parte el Akáthistos propone lo que la Iglesia, en los Concilios de Éfeso (431) y Calcedonia (451) profesaba de María, en el misterio del Hijo Salvador y de la Iglesia de los salvados. La vida de los fieles y la fe del pueblo de Dios vertida en la liturgia celebrada.

 

El Akáthistos en la Iglesia Católica

Este canto se ha difundido mucho durante los años por la Iglesia Católica. Es más, en Roma varias veces asistió el mismo Papa San Juan Pablo II. Debemos entender hoy en día el Akáthistos como el fruto maduro de la más antigua tradición de la Iglesia que se debe utilizar como llamada e invocación a la unidad de los cristianos bajo la guía de la Theotokos, la Madre del Señor.

Para terminar me gustaría decir que tanta riqueza de alabanzas podría ayudarnos a que la iglesia vuelva a respirar plenamente con sus ”dos pulmones”, Oriente y Occidente.