Oración del Encuentro Dolorosa-Nazareno 1994

 

 

Texto: Ilmo. Sr. D. Alberto Caselles Fornés (Abad de la Insigne Colegiata de Gandia)

(Escucha aquí la oración del Encuentro)

 

 

La Madre ha estado esperando en una encrucijada y se acerca la comitiva. Nada se dicen la Madre y el Hijo. ¿Qué iban a decir? Están solos en el mundo, a pesar de la gente, que se agolpa confusamente a su alrededor. Ambas miradas están entrelazadas, ambos corazones unidos. Sólo Dios sabe cuán inmenso es el amor, cuán profundo el dolor que ambos se sienten y que se comunican con la mirada.

La escena nos emociona vivamente. La Madre acompaña al Hijo, que ha llevado en sus entrañas, a la ejecución, a la muerte lenta, derramando gota a gota su sangre en esa misma cruz que lleva sobre sus hombros. María, no obstante, está serena: sí. Ella tiene una sensibilidad excepcional. Jesús Nazareno también posee una extraordinaria dignidad y serenidad, en el más grande de los sufrimientos que ha podido experimentar. Esta serenidad la tomó de María, de su Madre, que modeló de una manera especial su personalidad. Sí, Ella misma, que confía plenamente en Dios, es Madre Dolorosa de un dolor enormemente profundo, pero vivido con dignidad y lucidez.

Aquí hay un ejemplo y una llamada para las mujeres cristianas. María es el ideal de la mujer descrita en la Biblia, la mujer fuerte, la que tiene vigor y energía, la que tiene sabiduría en los labios, la que valora la fe. Una meta para toda mujer que  valore su dignidad y su vocación. María, en su dolor, acompañando a su Hijo al pie de la Cruz, se convierte en Madre de todos los cristianos, que se saben hijos suyos. Siempre han acudido a Ella, confiadamente, con estas palabras: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores.”

En esta noche del Jueves Santo, en que los cristianos de Gandia nos hemos reunido aquí para contemplar y vivir una escena de la Pasión del Señor: el Encuentro con su Madre camino del Calvario, muy unidos y llenos de esperanza recemos:

Señora y Madre de los Dolores,

Señora del Viernes y del Domingo,

Señora de la Noche y de la Aurora,

Señora del Silencio y de la Cruz,

Señora del Amor y la Entrega,

Señora de la Paz y de la Esperanza, escúchanos.

Hoy queremos decirte: muchas gracias.

Muchas gracias, María, por tu fiat.

Por tu completa disponibilidad de esclava.

Por tu pobreza y tu silencio.

Por el gozo de tus Siete Espadas.

Por el dolor de todas tus partidas, que fueron dando la paz a tantos afligidos.

Muchas gracias por haberte quedado con nosotros, a pesar del tiempo y las distancias.

Nuestra Señora de los Dolores, imagen y principio de la Iglesia, déjanos hoy en tu corazón pobre, silencioso y disponible, a esta Iglesia en Gandia peregrina de la Pascua, que sea una Iglesia esencialmente contemplativa y evangelizadora, fermento y alma de la sociedad en que vivimos, una Iglesia profética al servicio de los pobres y marginados, una Iglesia de auténticos testigos, insertada en la vida de los hombres, como presencia salvadora del Señor, fuente de paz, de alegría y de esperanza.

Amén.